en el ir y venir de las hachas;
estrujando las lágrimas
que se mezclan con el sudor
por esos surcos de carne viva
que fueron abiertos por el sol...
Te encuentro Jesús
recostado en los brazos de la vida,
agonizante en el misterio del monte;
que poco a poco se va volviendo leña,
y al final...solo deja cenizas.
Hoy estás aquí como hace mucho tiempo
cuando la savia corría por tu cuerpo;
cuando las horas se quedaban,
prendidas de tus gajos en silencio.
Te vi, en los inmensos quebrachales
cargando tu cruz con forma de hacha;
el paso cansino y la espalda doblada
no sé, si por el peso de los leños
o por el constante paso de los años.
Jesús, el de todas partes
me parece verte aún,
entre los mistoles y las tuscas
con tu atado de fé en las espaldas;
caminando incansable;
por la caliente tierra de Santiago.
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